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quinta-feira, maio 27, 2004

Uma análise rigorosa e imparcial 

LA LESIÓN DE GIULY PASÓ FACTURA A UN MÓNACO IMPOTENTE
El fútbol rocoso del Oporto conquista Europa
TOMÁS CAMPOS

Sí, ya sé que es difícil en los tiempos que corren, pero imagínense a alguien que se haya pasado los últimos tres meses en una misión en el África profunda, sin periódicos y sin televisión. El sujeto en cuestión toma tierra mañana en Barajas y se encuentra con que el Oporto es campeón de Europa. Si no le da un síncope pensará que se ha equivocado de planeta. Ah, y de 'propina' le dicen que la final se la ha ganado... ¡al Mónaco!

Pues no es tan raro, oiga. El Oporto ha sido, con mucho, el mejor equipo del Viejo Continente desde que el 24 de febrero se abrieran las 'hostilidades' con los octavos de final. Su fútbol no ha sido el más vistoso, pero su eficacia y consistencia están fuera de toda duda.

Defiende como nadie y 'atonta' al rival de turno hasta asestarle un golpe seco y mortal. Mientras, los minutos pasan y pasa que no pasa nada. Un suplicio para el espectador y un deleite para los amantes del 'fútbol probeta'. A Mourinho no le faltarán detractores -menottistas de diseño-, pero cinco títulos en dos años le avalan.

Demasiado castigo
Vaya por delante que el tres a cero es algo engañoso y que el Mónaco no mereció tremendo castigo. Pero la victoria de los 'dragoes' es inapelable. Defendió mejor, aprovechó sus escasas ocasiones y tuvo la suerte de cara. Demasiado para Morientes y compañía.

El de Sonseca fue uno de los damnificados del partido. Los centrales lusos se las traen y Morientes acabó empequeñecido tras una Champions antológica. Lástima.

Deschamps debió intuir que no era su día cuando Giuly se retiró lesionado a los 24 minutos. Hasta entonces, el menudo y eléctrico atacante galo había sido el único bastión ofensivo del equipo monegasco.

Máxima efectividad
Con todo, el partido no tenía dueño. Deco 'hibernaba' a la espera de tiempos mejores y Derlei corría tras pases imposibles. Se aproximaba el descanso y la final estaba muy viva. Bastó un pase rifado de Ferreira y un despeje fallido de Zikos para que Carlos Alberto la clavara en la meta defendida por Roma.

Los que habíamos visto ya al equipo de Mourinho esta temporada vislumbramos entonces lo que acabaría por llegar: un Mónaco impotente y desesperado y un Oporto agazapado a la espera de la 'estocada' final.

Hubo de pasar un buen trecho de la seguna parte, minutos en los que el conjunto francés amagó sin creer nunca en sus opciones, aburrido por tanto fuera de juego -alguno muy dudoso- y sin inquietar nunca a un inédito Baia.

Siempre Deco
Hasta que Deco dijo basta. Una pared entre el centrocampista luso-brasileño y Alenitchev acabó con un remate franco y colocado del primero que significaba el dos a cero. Era suficiente, pero el ruso, que había entrado quince minutos antes, tenía ganas de jarana y aprovechó un centro de Derlei para 'fusilar' sin remisión a un vendido Roma.

De ahí al final un cuarto de hora para que los 'olés' poblaran la grada del imponente Arena AufSchalke. Y es que esta vez el Oporto no tuvo ni que esgrimir su habitual juego 'subterráneo' para tumbar a un rival vencido y rendido. Eso sí, nadie ha visto aún reírse al bueno de Mourinho. Este hombre debe tener horchata en las venas, porque la ocasión no podía ser más propicia. En fin, cuestión de carácter.

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